Aporte de datos de interés histórico
A propósito del lamentable fallecimiento de don Nelson Bahamonde Rojas en el accidente del Grand Caravan CC-CRT de Patagonia Airlines, resulta interesante dar un vistazo a algunos hechos aéreos en los que este experimentado aviador participó como protagonista, consignando algunos antecedentes de la base de datos de El Observador Aeronáutico. Probablemente otros autores escribirán algún día las biografías de Bahamonde y los otros aviadores que, con gran mérito, han hecho del sur de Chile su campo de operaciones aéreas, en un beneficio comunitario innegable y que todos los que nos interesamos en la aviación y en los temas de integración y desarrollo nacional deseamos desde hace mucho tiempo ver incrementado tanto en calidad, como en cantidad y seguridad; por lo pronto, redactamos a continuación unas breves notas para contribuir a entregar información valiosa que, como Uds. verán, cruza varios aspectos de la modesta pero rica historia de nuestra aviación civil y regional.
Como parte de la cuantiosas notas de prensa aparecidas a propósito de la caída del Grand Caravan, el diario La Tercera (viernes 13, p. 20) entrega una información titulada “Hace 38 años el piloto sobrevivió a otro grave accidente aéreo”, y se agrega una bajada que dice que el accidente del Grand Caravan en el sector de La Junta “no era el primero en la experimentada carrera de Bahamondes”. Vamos a esta afirmación.
Sólo desde el punto de vista de los incidentes y accidentes aéreos, Bahamonde figura varias veces en hechos relevantes, y los destaco justamente porque es historia reciente y que, como dije, será algún día escrita por otras plumas (o teclas, en este caso).
Como sea, y en algo que es habitual y comprensible, el periódico citado sólo cuenta una parte de la historia. Pero revisemos el mismo hecho: ese día 12 de febrero de 1970 se desarrollaba el vuelo Puerto Montt–Futaleufú, de transporte de combustible y petróleo. El avión despegó desde El Tepual a las 10.30 HL y lentamente alcanzó los 5.500 pies de altura. Media hora después y sobre el golfo Vudahue, el motor izquierdo acusó una súbita alza de temperatura y baja en la presión de aceite, por lo que se embanderó la hélice de ese lado y el piloto enrumbó de emergencia hacia la localidad de Chaitén. Sobreexigido entonces el motor derecho, éste terminó por recalentarse, descabezándose válvulas y rajándose cilindros. Así la situación, a las 11.10 horas el avión acuatizó sin mayores dramas en el lado norte de la isla Llagüe, en la bahía Pumalín, en Chiloé Continental. Los tripulantes fueron rescatados por un bote y el avión al poco rato se hundió.
El aeroplano involucrado fue el Douglas DC-3 matrícula CC-CBT, s/n 43-48911, operado por la empresa Aero-Aysén. Luego de haber sido traído al país por LanChile en octubre de 1954 y operado como CC-CLDO 209, en diciembre de 1962 fue rematriculado CC-CBT y comprado por Eduardo Rubio Guarderas dos años después, en enero de 1964, para ser ocupado como carguero. Al momento se sumergirse en las aguas sureñas acumulaba unas 12.900 horas de vuelo, a las que se acercaban las 10.000 del piloto don Hugo del Valle Ross, quien salvó ileso. Por su parte, Bahamonde, quien salió levemente lesionado de esta aventura, ya llevaba en su bitácora 3.500 horas. Además de la pérdida material del avión, lo peor para Aero-Aysén se tradujo en tener que enfrentar fundadas acusaciones de ser una empresa que ponía escaso interés en el mantenimiento de sus aviones, por decirlo suavemente.
Curiosamente, había sido en el mismo DC-3 CC-CBT que Bahamonde pasó el que fue (entiendo) su primer gran susto a bordo de una aeronave de envergadura (como lo era en esos tiempos un bimotor como el Douglas). El 12 de abril de 1965, al aterrizar en Futaleufú procedente de Puerto Montt-Chaitén, en un vuelo mixto (pasajeros y carga) visual, luego de rodar unos 200 metros el avión se salió de la maltrecha pista (de un kilómetro) por la acción de vientos arrachados de unos 28 nudos, estrellándose contra unas lomas al final de la cancha. La extensión de los daños al avión (tren aterrizaje completo, hélice izquierda, otros menores) hizo que éste estuviera fuera de vuelo por largo tiempo, aunque no se le canceló la matrícula. El aparato ya era de propiedad de Eduardo Rubio Guarderas y lucía títulos de Aero-Aysén. A esas alturas de su vida operativa sumaba unas 11.251 horas de vuelo, 7.900 el piloto (don Eduardo Aracena Valenzuela), 450 horas Bahamonde. Ambos resultaron ilesos, igual que los pasajeros (María Llanos, Walter Pinilla y Juan Díaz).
Fue el 26 de febrero de 1967 que Bahamonde, nuevamente como copiloto, experimentó el que podría haber sido un accidente también de carácter mayor. Ese día se desarrollaba sin inconvenientes un vuelo de mero auto traslado desde El Tepual a Chaitén, y al aterrizar en destino ambas ruedas del tren principal golpearon bruscamente sobre un elevado montículo de ripio que se encontraba al iniciarse el primer tercio de la pista en reparaciones, y debidamente notificado. El hecho provocó que se dañara el tren de ese lado, y que el avión debiera correr en sólo una pierna hasta salirse estrepitosamente de la cancha. El avión involucrado fue el DC-3 (ex C-47 hasta 1964) matrícula CC-CLB, otro de los Douglas que eran de propiedad del mismo Rubio Guarderas y operado bajo la responsabilidad de Aero-Aysén, y un avión de rica historia en Chile luego de haber sido el primer C-47 en ser operado por LanChile luego de arribar a Los Cerrillos el domingo 9 de diciembre de 1945 con el número de flota 0009 y la matrícula CC-CLK.
Los daños fueron cuantiosos en el aparato (un 35% de su valor), llevándose la peor parte los motores, los que resultaron inutilizados. El CC-CLB acumulaba la respetable suma de 23.720 horas de vuelo, siendo el piloto el mismo Eduardo Rubio Guarderas, quien acumulaba 4.000 horas. Bahamonde, copiloto, sumaba ya 1.200 horas de vuelo. El sobrecargo era Rodolfo Bahamondes Mancilla. Todos salvaron ilesos, aunque el venerable avión no volvería a volar.
Finalmente, el 16 de mayo de 1979 fue otro DC-3, esta vez el CC-CBO, el aparato en que Bahamonde se enfrentó a una emergencia mayor que podría haberle costado más que el susto. El avión es absolutamente interesante desde que llegó en 1951 para su operación por la ENAP con la matrícula CC-CAL en la zona magallánica en un trato con la CORFO, tema sobre el que hablaré extensamente en otro artículo. Como fuera, ese día se desarrollaba en Coyhaique un vuelo local de instrucción por cuenta de la operadora Aerocor Ltda., cuyo gerente general era Mario Rubio Guarderas. En el tercer circuito de tránsito para aterrizaje en la pista 21 del aeródromo Teniente Vidal, el motor número 2 (el derecho) experimentó una súbita pérdida de presión de combustible; equivocadamente, el piloto (Hernán Pizarro Rondón) embanderó la hélice del lado del motor izquierdo, quedándose entonces sin potencia el avión. Prosiguió un aterrizaje de emergencia en un potrero al costado de la pista y a unos 800 metros antes de ésta, lo que significó que la sección anterior del avión resultara enteramente destruida hasta los pedales, afectando el impacto a ambas hélices y partes de los motores. Bahamonde iba de alumno y el tercer miembro de la tripulación era Arturo Vásquez Vargas, saliendo todos ilesos. El aeroplano acumulaba 20.196 horas de vuelo.
Es muy probable que Nelson Bahamonde Rojas haya participado de otros hechos de naturaleza similar a los reseñados, pero no hay registro oficial de ellos. Asimismo, el interés de mencionar estos accidentes no radica más que en aportar algunas piezas de historia para considerar, como dije, en la gran historia que algún día podría escribirse de la generalidad de la valiente aviación de nuestro sur más inclemente, pero también más bello. El tema presenta características de gran interés, y sin duda que bien investigada y mejor escrita sería un gran aporte para el estudio de nuestra historia aeronáutica civil.
Como sea, y en algo que es habitual y comprensible, el periódico citado sólo cuenta una parte de la historia. Pero revisemos el mismo hecho: ese día 12 de febrero de 1970 se desarrollaba el vuelo Puerto Montt–Futaleufú, de transporte de combustible y petróleo. El avión despegó desde El Tepual a las 10.30 HL y lentamente alcanzó los 5.500 pies de altura. Media hora después y sobre el golfo Vudahue, el motor izquierdo acusó una súbita alza de temperatura y baja en la presión de aceite, por lo que se embanderó la hélice de ese lado y el piloto enrumbó de emergencia hacia la localidad de Chaitén. Sobreexigido entonces el motor derecho, éste terminó por recalentarse, descabezándose válvulas y rajándose cilindros. Así la situación, a las 11.10 horas el avión acuatizó sin mayores dramas en el lado norte de la isla Llagüe, en la bahía Pumalín, en Chiloé Continental. Los tripulantes fueron rescatados por un bote y el avión al poco rato se hundió.
El aeroplano involucrado fue el Douglas DC-3 matrícula CC-CBT, s/n 43-48911, operado por la empresa Aero-Aysén. Luego de haber sido traído al país por LanChile en octubre de 1954 y operado como CC-CLDO 209, en diciembre de 1962 fue rematriculado CC-CBT y comprado por Eduardo Rubio Guarderas dos años después, en enero de 1964, para ser ocupado como carguero. Al momento se sumergirse en las aguas sureñas acumulaba unas 12.900 horas de vuelo, a las que se acercaban las 10.000 del piloto don Hugo del Valle Ross, quien salvó ileso. Por su parte, Bahamonde, quien salió levemente lesionado de esta aventura, ya llevaba en su bitácora 3.500 horas. Además de la pérdida material del avión, lo peor para Aero-Aysén se tradujo en tener que enfrentar fundadas acusaciones de ser una empresa que ponía escaso interés en el mantenimiento de sus aviones, por decirlo suavemente.
Curiosamente, había sido en el mismo DC-3 CC-CBT que Bahamonde pasó el que fue (entiendo) su primer gran susto a bordo de una aeronave de envergadura (como lo era en esos tiempos un bimotor como el Douglas). El 12 de abril de 1965, al aterrizar en Futaleufú procedente de Puerto Montt-Chaitén, en un vuelo mixto (pasajeros y carga) visual, luego de rodar unos 200 metros el avión se salió de la maltrecha pista (de un kilómetro) por la acción de vientos arrachados de unos 28 nudos, estrellándose contra unas lomas al final de la cancha. La extensión de los daños al avión (tren aterrizaje completo, hélice izquierda, otros menores) hizo que éste estuviera fuera de vuelo por largo tiempo, aunque no se le canceló la matrícula. El aparato ya era de propiedad de Eduardo Rubio Guarderas y lucía títulos de Aero-Aysén. A esas alturas de su vida operativa sumaba unas 11.251 horas de vuelo, 7.900 el piloto (don Eduardo Aracena Valenzuela), 450 horas Bahamonde. Ambos resultaron ilesos, igual que los pasajeros (María Llanos, Walter Pinilla y Juan Díaz).
Fue el 26 de febrero de 1967 que Bahamonde, nuevamente como copiloto, experimentó el que podría haber sido un accidente también de carácter mayor. Ese día se desarrollaba sin inconvenientes un vuelo de mero auto traslado desde El Tepual a Chaitén, y al aterrizar en destino ambas ruedas del tren principal golpearon bruscamente sobre un elevado montículo de ripio que se encontraba al iniciarse el primer tercio de la pista en reparaciones, y debidamente notificado. El hecho provocó que se dañara el tren de ese lado, y que el avión debiera correr en sólo una pierna hasta salirse estrepitosamente de la cancha. El avión involucrado fue el DC-3 (ex C-47 hasta 1964) matrícula CC-CLB, otro de los Douglas que eran de propiedad del mismo Rubio Guarderas y operado bajo la responsabilidad de Aero-Aysén, y un avión de rica historia en Chile luego de haber sido el primer C-47 en ser operado por LanChile luego de arribar a Los Cerrillos el domingo 9 de diciembre de 1945 con el número de flota 0009 y la matrícula CC-CLK.
Los daños fueron cuantiosos en el aparato (un 35% de su valor), llevándose la peor parte los motores, los que resultaron inutilizados. El CC-CLB acumulaba la respetable suma de 23.720 horas de vuelo, siendo el piloto el mismo Eduardo Rubio Guarderas, quien acumulaba 4.000 horas. Bahamonde, copiloto, sumaba ya 1.200 horas de vuelo. El sobrecargo era Rodolfo Bahamondes Mancilla. Todos salvaron ilesos, aunque el venerable avión no volvería a volar.
Finalmente, el 16 de mayo de 1979 fue otro DC-3, esta vez el CC-CBO, el aparato en que Bahamonde se enfrentó a una emergencia mayor que podría haberle costado más que el susto. El avión es absolutamente interesante desde que llegó en 1951 para su operación por la ENAP con la matrícula CC-CAL en la zona magallánica en un trato con la CORFO, tema sobre el que hablaré extensamente en otro artículo. Como fuera, ese día se desarrollaba en Coyhaique un vuelo local de instrucción por cuenta de la operadora Aerocor Ltda., cuyo gerente general era Mario Rubio Guarderas. En el tercer circuito de tránsito para aterrizaje en la pista 21 del aeródromo Teniente Vidal, el motor número 2 (el derecho) experimentó una súbita pérdida de presión de combustible; equivocadamente, el piloto (Hernán Pizarro Rondón) embanderó la hélice del lado del motor izquierdo, quedándose entonces sin potencia el avión. Prosiguió un aterrizaje de emergencia en un potrero al costado de la pista y a unos 800 metros antes de ésta, lo que significó que la sección anterior del avión resultara enteramente destruida hasta los pedales, afectando el impacto a ambas hélices y partes de los motores. Bahamonde iba de alumno y el tercer miembro de la tripulación era Arturo Vásquez Vargas, saliendo todos ilesos. El aeroplano acumulaba 20.196 horas de vuelo.
Es muy probable que Nelson Bahamonde Rojas haya participado de otros hechos de naturaleza similar a los reseñados, pero no hay registro oficial de ellos. Asimismo, el interés de mencionar estos accidentes no radica más que en aportar algunas piezas de historia para considerar, como dije, en la gran historia que algún día podría escribirse de la generalidad de la valiente aviación de nuestro sur más inclemente, pero también más bello. El tema presenta características de gran interés, y sin duda que bien investigada y mejor escrita sería un gran aporte para el estudio de nuestra historia aeronáutica civil.